martes, 17 de mayo de 2011

Dialogando con los Muertos



DIALOGANDO CON LOS MUERTOS

Conversar con los muertos es practicar la Necromancia. Es incidir en la condena bíblica de ese arte satánico. Es practicar una herejía e incurrir en las penas divinas. El espírita es un nigromante, un hechicero, un individuo que regresa al pasado asirio, egipcio, greco-romano, a la era del paganismo. El espírita, nigromante confeso, es pagano, se mantiene aún en el tiempo en que el Cristianismo no había aparecido en la Tierra.

Ese es el raciocinio de varios cristianos que nos escriben, católicos, protestantes, evangélicos. Muchos de ellos son piadosamente cristianos y quieren salvarnos del fuego del infierno. Menos mal que no estamos en el tiempo de la Inquisición y ellos no pueden salvarnos del fuego eterno, quemándonos caritativamente en una hoguera en la plaza pública. Pero esa buena gente no es culpable de pensar así. Desde que el Espiritismo apareció, a mediados del siglo pasado, hasta hoy, sacerdotes y pastores, obispos, cardenales, arzobispos, misioneros y santos confesores, llenos de piedad y fe, vienen predicando en ese tono a sus rebaños. Las inocentes ovejas aprenden, aterradas, que los lobos de Satanás rondan el redil de las iglesias con sus artimañas. Y como en general no saben lo que es Necromancia, imaginan cosas terríficas acerca del significado de esa extraña palabra. Para aumentar el pánico, ciertos diccionarios dicen que Necromancia es Espiritismo. El propio gran Diccionario Etimológico y Prosódico de la Lengua Portuguesa, del ilustre Prof. Silveira Bueno, comete ese engaño. Delante de tantos pronunciamientos de personalidades ilustres, de autoridades eclesiásticas y universitarias, ¿qué puede hacer una oveja inocente, sino temblar y balar hasta la hora de la esquila? 

La necromancia es una rama de la magia antigua, de los llamados artes mágicos de la Antigüedad. A través de ritos especiales, de prácticas mágicas primitivas, los hechiceros de antaño obligaban a los muertos a subir a la tierra - o sea, a salir de los túmulos, como se ve en el episodio bíblico de la Pitonisa de Endor - para hacer adivinaciones y pronósticos. 

Los espíritas no usan nada de eso. No practican ritos de especie alguna, ni pueden obligar a ningún muerto a salir del túmulo para una charla a la media noche. Los espíritas dialogan con los espíritus, que no son muertos, sino vivos, criaturas de Dios más vivas que los llamados vivos de la Tierra. Jesús mostró la diferencia que existe entre Necromancia, arte mágico de los tiempos de ignorancia, y Espiritismo, doctrina racional y científica de los tiempos de luz, al evocar a Elías y Moisés en el Monte Tabor para conversar con ellos delante de los apóstolos. Y el apóstol Pablo nos cuenta, en Corintios I, al tratar de los dones espirituales, como eran hechas las sesiones espíritas del Cristianismo apostólico, en que los cristianos conversaban con los espíritus para su edificación espiritual. Confundir Necromancia con Espiritismo es ignorancia, lo que Dios perdona, o mala fe, lo que no tiene perdón, porque es el pecado contra el espíritu de que habla el Evangelio y que tiene que ser pagado por el pecador.

Tomado del libro: “El Hombre Nuevo
Traducción: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

sábado, 14 de mayo de 2011

Manifestaciones Espirituales de los Niños



En las corrientes del Sincretismo Religioso Afro Brasilero existen, divididas en formas idealizadas de grupos espirituales, las corrientes infantiles, médicas, orientales, africanas, indígenas y otras, que se manifiestan mediúmnicamente, con las características del condicionamiento etario[1] de la vida terrena, de las condiciones profesionales y raciales y así por delante. En las prácticas africanas del Candomblé y en las prácticas indígenas de la Poracé se manifiestan los elementales, espíritus en transición hacia el plano humano. La intensa divulgación de esas prácticas sincréticas – mezclas de religiones primitivas de los negros africanos y de los indígenas americanos – lleva a mucha gente a preguntar por qué motivo esas manifestaciones no ocurren también en las sesiones espíritas, donde las manifestaciones son generalmente de criaturas humanas adultas. Un ilustre médico psiquiatra, dedicado a esos asuntos, llegó a declarar en una conferencia en Sao Paulo que el Espiritismo ignoraba la existencia de espíritus no-humanos. Un espírita presente no se contuvo y le explicó al público que el Espiritismo conoce y proclama la existencia de incontables formas de espíritus no-humanos pero no se apega al asunto, por ser una doctrina. Las fases anteriores de la evolución pertenecen al dominio de las leyes naturales. Todos esos espíritus en ascenso hacia el plano hominal no disponen aún de inteligencia y conciencia suficientemente desarrolladas para participar del plano humano. En el mundo espiritual esos espíritus son amparados y orientados por espíritus que se dedican a los llamados espíritus de la naturaleza.

Vale esa lección para los espíritas que hoy predican la supresión de las sesiones mediúmnicas, alegando que el adoctrinamiento de espíritus humanos ignorantes y sufrientes pertenece al mundo espiritual. Ese raciocinio ilógico y antinatural establece la dicotomía en el proceso de intercambio mediúmnico, sin ninguna prueba de la razón alegada. Por otro lado, niega el principio de solidaridad humana entre los dos planos estrechamente conjugados, el carnal y el espiritual. La adoctrinación mediúmnica es función básica del Espiritismo, la más bella y consoladora herencia del Cristianismo del Cristo (y no de sus vicarios) como declaró el Padre Alta en su famoso libro. Cancelar las sesiones mediúmnicas sería volver al marco-cero. Restableceríamos así el principio católico de la inviolabilidad del misterio de la muerte, aislándonos artificialmente de los espíritus amigos, nuestros compañeros de evolución humana, que continúan conviviendo con nosotros en la interpenetración de los mundos material y espiritual, hoy comprobada por las propias Ciencias materiales. Cerraríamos las puertas de nuestra ignorancia en la cara de los amigos y parientes que nos aman y nos ayudan en el campo de las relaciones mediúmnicas. ¿Es eso lo que desean los inquietos y desavisados innovadores de nuestro tiempo?

Las manifestaciones de espíritus de niños son naturales, pues todos los espíritus pueden manifestarse. Pero las manifestaciones de esos espíritus en cadena, formando corrientes para trabajos espirituales no tienen sentido. Los niños transforman a los médiums en bebés llorones, piden chupetas y biberones, quieren juguetear con muñecas y cosas por el estilo. Acontece que los espíritus de niños no son niños, sino adultos. Al dejar el cuerpo infantil son confiados a espíritus superiores que los orientan para que se desacondicionen de la situación infantil, que solamente necesitaban en función de su rápido pasaje cármico por la Tierra. Cuando el espíritu ya dispone de conocimientos espirituales, retorna por sí mismo y naturalmente la condición de adulto. La condición infantil corresponde a las necesidades evolutivas del cuerpo material.

Cumplidas esas exigencias psicobiológicas, retornan a la condición de adultos. Eso se torna evidente en las manifestaciones de espíritus de niños muertos que se manifiestan a los padres para identificarse, pero en manifestaciones posteriores se declaran adultas. En nuestro grupo de trabajo, un pequeño de ocho años respondió a los mimos y preocupaciones de los padres diciendo: “No soy ya un niño. La muerte nos hace crecer de prisa. Me volví joven en pocos días. Pero soy el mismo espíritu que ustedes sólo conocieron como niño. Cumplí mi misión y ahora tengo que proseguir con mi evolución. Estaré siempre con ustedes, porque los amo, pero no piensen en mi como muerto o como niño, pues ya no soy ninguna de las dos cosas”. Los espíritus de niños, de adultos y de viejos se manifiestan como eran cuando vivos para identificarse, pero no permanecen en el estado en que murieron. Las manifestaciones del sincretismo religioso son en general condicionadas por las creencias y tradiciones de las religiones primitivas y de los varios tipos de manifestaciones religiosas de que provienen. Se trata en general de manifestaciones anímicas sometidas al proceso de condicionamiento a la creencia, investigado por Richet en el siglo pasado y por los parapsicólogos actuales. Boirac dio a esas manifestaciones la designación de espiritoides, lo que vale decir pseudos-espíritus. El devoto de Nuestra Señora que ve un espíritu radiante de mujer, tiende siempre a considerarla como la santa de su devoción. Ese es uno de los capítulos más difíciles del campo científico de la mediúmnidad, que la mayoría de los espíritas desconoce. Cada ciencia tiene sus problemas difíciles, que exigen un estudio serio por parte de sus practicantes.

Kardec registro en sus investigaciones varias manifestaciones de niños en la condición de agéneres (manifestaciones de niños en forma de materializaciones, pero que no lo son). Se trata de casos raros, provocados por el excesivo apego a espíritus afines. El caso de la niña Raquel, hija de Frederico Figner, fue una materialización a través de un médium. El agénere es el fenómeno producido por alteraciones del periespíritu o cuerpo espiritual del espíritu manifestante, que le da la apariencia de materializado (Ver en la Revista Espírita, de Kardec, la teoría de los agéneres). Sin estudio metódico y profundización de la Doctrina, los adeptos se exponen al peligro de errores e ilusiones en la apreciación de los fenómenos y quedan generalmente en dificultades para refutar las teorías esdrújulas de los opositores; ciencia de lo imponderable e invisible, que no es raro se tornen ponderables y visibles. El Espiritismo requiere de sus adeptos mayor ahínco en los estudios, en la observación e investigación. Es de extrema liviandad la actitud de adeptos y contradictores del Espiritismo que pretenden explicar los fenómenos que no conocen, juzgándose defensores únicos de la verdad y detentores exclusivos del discernimiento y del buen sentido, dotados de dones especiales para encontrar engaños por todas partes. Un ilustrado y famoso profesor de Medicina tuvo el coraje de exhibir en reuniones científicas fotografías de mesas burdamente amarradas con tiras de paño y cuerdas como prueba de fraudes en los fenómenos de levitación. Tristes restos, destrozos humillantes de batallas perdidas en la lucha contra el Espiritismo por embaucadores, magos de escenario y sacerdotes más interesados en la mentira que en la verdad de las revelaciones espirituales. Es increíble, que hoy aún, en plena era atómica y en plena expansión mundial de la Parapsicología, reconocida como ciencia universitaria, esos vergonzosos residuos de la miseria humana puedan servir, aunque como piezas de un viejo museo, como armas contra los resultados de investigaciones científicas.

Al problema de las manifestaciones de espíritus de niños debemos unir el de las manifestaciones de la mediúmnidad infantil. Campo aún poco explorado por los investigadores, por las dificultades naturales que ofrece y el temor de desencadenar procesos inesperados en el psiquismo inmaduro, fue investigado en el pasado y continúa siendo investigado en nuestros días. Los casos como el de Pierino Gambá y Gianella de Marco, explotados en exhibiciones públicas mundiales, quedaran científicamente inexplicados. Gianela, una frágil pequeña italiana de seis años, se presentó en el Teatro Municipal de Sao Paulo, dirigiendo la Orquesta Sinfónica con la pericia de un gran director. Llevada a una exhibición más amplia en el Gimnasio de Pacaembu, totalmente lleno, dirigió con la misma seguridad, en la promoción del Club de los Periodistas Espíritas, recibiendo elogios cargados de espanto de nuestros críticos profesionales. En los mismos casos de exorcismo católico, hoy ampliamente divulgados, surgen niños médiums tratados como endemoniados. A los Centros Espíritas comparecen madres afligidas llevando niños que necesitan de tratamiento para librarse de influencias mediúmnicas atemorizantes. En la Parapsicología actual, las investigaciones más interesantes se refieren a casos psiquiátricos y de manifestaciones telepáticas. En esas manifestaciones, investigadores norteamericanos e ingleses probaban, sin querer y sin saber, uno de lo más sorprendentes principios de la Ciencia Espírita – el de que los debiloides mentales son espiritualmente normales, resultado de las deficiencias de imperfecciones y anormalidades del cerebro y no de la mente. Experiencias sucesivas y rigurosamente científicas, confirmando la tesis de Rhine de que la mente no es física, revelaron la situación dramática de esas criaturas, como resultado de abusos criminales en el pasado. Investigaciones en presidios mostraron la misma situación en casos de locura. Robert Amadou, católico tomista, relata esas investigaciones en su libro Parapsicología; Herenwald, Pardson-Crieg, Carintong y otros hacen coro de ese testimonio.

Todos esos hechos recientes, comprobados en los grandes centros universitarios del mundo, abre, según varios especialistas, una nueva perspectiva en el campo de las posibilidades de cura de esas deficiencias.

En lo referente a las manifestaciones mediúmnicas de niños dentro de las llamadas corrientes del sincretismo religioso, en nada les favorecen esas investigaciones. La mediúmnidad infantil es puramente pasiva, receptiva. El espíritu del niño, en su condicionamiento infantil, está sometido al proceso reencarnatorio, por eso mismo desprovisto de la libertad de escogencia y de acción para el control de un médium. El paralelismo psicofísico del desarrollo infantil exige la ligación más íntima y efectiva del espíritu con el cuerpo. La mente infantil reducida a las condiciones primarias de la inmadurez, no dispone de medios para el raciocinio claro y las decisiones voluntarias. El niño sólo puede disponer de recursos para manifestaciones independientes después de los ocho años de edad. Un niño que se manifiesta por un médium adulto pidiendo muñecas o chupetas permanece aún en el plano de la subconsciencia, no pudiendo violentar las leyes naturales del crecimiento humano. La Psicología infantil ya se encuentra suficientemente desarrollada para ofrecernos una visión general del proceso ontogenético en las fases primarias del desarrollo infantil.

Por otro lado, esas manifestaciones, si fuesen reales, revelarían falta de orden en el mundo infantil, donde los niños quedarían a merced de entidades maduras y mal orientadas. Las consecuencias morales de una situación como esa serían desastrosas para todas las concepciones espiritualistas. La situación del niño en esa concepción primitivista superaría en desaliento la del limbo católico hacia donde los niños no bautizados serían remitidos después de la muerte. La obra de la Creación, es sobre todo orden, amor y justicia, no se puede admitir lógicamente ese abandono de los niños espirituales a su propia suerte. Los espíritus infantiles que no retoman su madurez mental después de la muerte son entregados a los espíritus maternales que, según técnicas especiales, tratan de protegerlos y llevarlos a la reintegración de sus experiencias de vidas anteriores. El Espiritismo, como decía Kardec, es una cuestión de buen sentido.

La cuestión de los elementales, espíritus aún en transición hacia la humanidad, resulta de la misma teoría espírita de la evolución, que es general, universal y secuencial. Doctrinas de elevado tenor cultural, como la Teosofía de Olcot y Blavatsky y religiones mágicas y primitivas, como las del sincretismo religioso afro-brasilero, dan gran énfasis a ese campo de manifestaciones primarias, que sólo puede ser investigado a través de la videncia. Como ese medio de investigación está sujeto a muchas imprecisiones e interpretaciones erróneas, el Espiritismo se interesa más por las manifestaciones de espíritus adultos, pues en estos se encuentra más seguridad y posibilidades de confirmación de los hechos, así como mejor provecho para la humanidad que representa una fase decisiva de la evolución de los seres. Todo nos muestra, en el mundo actual, que no podemos perder tiempo con especulaciones secundarias. La inmensa mayoría humana, encarnada y desencarnada de nuestro planeta, no ha llegado aún a la comprensión real del sentido de la vida y necesitan el apoyo y ayuda de aquellos que se adelantaron en el camino. Las doctrinas espirituales que se dicen de avanzada se acaban cerrando en pequeñas elites desligadas de la masa sufriente y necesitada. 

El mensaje espírita, desarrollando y aclarando las enseñanzas cristianas, va de la cabaña al palacio y puede enfrentar con seguridad los embates del religiosismo dogmático y del materialismo científico en todos sus aspectos. Ella demuestra, inclusive, que la verdadera Ciencia no puede parar en los límites de la materia, pues el ser no es materia, sino espíritu, y la finalidad de la Ciencia es reconocer y revelar la realidad total en su interacción de causa y efecto, espíritu y materia. Negar el espíritu o considerarlo como subordinado a la materia es negar las posibilidades cognoscitivas de la inteligencia. El científico que así procede comete un suicidio cultural. Toda la cultura se nadifica en ese gesto antihumano de esconderse en la cueva de un topo. El Espiritismo nos revela al hombre como el conocedor insaciable de toda la realidad. Por eso, la primacía espírita concedida al hombre es una exigencia de la evolución global de las cosas y de los seres. Las exigencias metodológicas del conocimiento óntico son necesarias, no pueden ser transformadas en hipótesis que obstaculicen las rutas del saber, como reconoció Charles Richet, tratando precisamente de los problemas espirituales de la Metapsíquica.

Tomado del libro: La Ciencia Espírita y sus implicaciones Terapéuticas
Traducción: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta – Colombia
Septiembre 4 de 2009


[1] Perteneciente o relativo a la edad de una persona. Período etario. Franja etaria. Nota del traductor.

Concepto de Mediúmnidad

J. Herculano Pires
Médium quiere decir medianero, intermediario. La mediúmnidad es la facultad humana, natural, por la cual se establecen las relaciones entre hombres y espíritus. No es un poder oculto que se pueda desarrollar a través de prácticas rituales o por el poder misterioso de un iniciado o de un gurú. La Mediúmnidad pertenece al campo de la comunicación. Se desarrolla naturalmente en las personas de mayor sensibilidad por la captación mental y sensorial de cosas y hechos del mundo espiritual que nos cerca y nos afecta con sus vibraciones psíquicas y afectivas. De la misma manera que la inteligencia y las demás facultades humanas, la Mediúmnidad se desarrolla en el proceso de relación. Generalmente su desarrollo es cíclico, o sea, se procesa por etapas sucesivas, en forma de espiral.

Los niños la poseen, por así decir, a flor de piel, pero resguardada por la influencia benéfica y controladora de los espíritus protectores, que las religiones llaman ángeles de la guarda. En esa fase infantil las manifestaciones mediúmnicas son más de carácter anímico; el niño proyecta su alma en las cosas y en los seres que lo rodean, reciben las intuiciones orientadoras de sus protectores, a veces ven y anuncian la presencia de espíritus y no raras veces transmiten avisos y recados de los espíritus a los familiares, de manera positiva y directa o de manera simbólica e indirecta. Cuando pasan de los siete u ocho años se integran mejor en el condicionamiento de la vida terrena, desconectándose progresivamente de las relaciones espirituales y dando más importancia a las relaciones humanas. El espíritu se ajusta en su escafandra para enfrentar los problemas del mundo. Se cierra el primer ciclo mediúmnico, para a continuación abrirse el segundo. Se considera entonces que el niño no tiene mediúmnidad, la fase anterior es llevada a cuenta de la imaginación y la fabulación infantil.

Es generalmente en la adolescencia, a partir de los doce o trece años, que se inicia el segundo ciclo. En el primer ciclo sólo se debe intervenir en el proceso mediúmnico con plegarias y pases, para ablandar las excitaciones naturales del niño, casi siempre cargadas de reminiscencias extrañas del pasado carnal o espiritual. En la adolescencia su cuerpo ya maduró lo suficiente para que las manifestaciones mediúmnicas se hagan más intensas y positivas. Es tiempo de encaminarla con informaciones más precisas sobre el problema mediúmnico. No se debe intentar su desarrollo en sesiones, a menos que se trate de un caso obsesivo. Pero aún en ese caso es necesario tener cuidado para orientar al adolescente sin excitar su imaginación, acostumbrándolo al proceso natural regido por las leyes del crecimiento. El pase, la oración y las reuniones para estudio doctrinario son los medios de ayudar al proceso sin forzarlo, dándole la orientación necesaria. Ciertos adolescentes se integran rápida y naturalmente en la nueva situación y se preparan en serio para la actividad mediúmnica. Otros rechazan la mediúmnidad y buscan volverse sólo hacia los sueños juveniles. Es la hora de las actividades lúdicas, de los juegos y deportes, del estudio y la adquisición de conocimientos generales, de la integración más completa a la realidad terrena. No se les debe forzar, sólo estimularlos en lo referente a las enseñanzas espíritas. Su mente se abre hacia el contacto más profundo y constante con la vida del mundo. Pero él ya trae en la conciencia las directrices propias de su vida, que se manifestarán más o menos nítidas en sus tendencias y en sus anhelos. Forzarlo a continuar un rumbo que rechaza es cometer una violencia de graves consecuencias futuras. Los ejemplos de los familiares influyen más en sus opciones que las enseñanzas y las exhortaciones orales. Él toma cuenta de sí mismo y reafirma su personalidad. Es preciso respetarlo y ayudarlo con amor y comprensión. En el caso de las manifestaciones espontáneas de la mediúmnidad es conveniente reducirlas al círculo privado de la familia o de un grupo de amigos en las instituciones juveniles, hasta que su mediúmnidad se defina, imponiéndose por sí misma.

El tercer ciclo ocurre generalmente en el pasaje de la adolescencia hacia la juventud, entre los dieciocho y veinticinco años. Es el tiempo, en esa fase, de los estudios serios del Espiritismo y de la Mediúmnidad, así como de la práctica mediúmnica libre, en los centros y grupos espíritas. Si la mediúmnidad no se definió debidamente, no debemos preocuparnos. Hay procesos que tardan hasta cerca de los 30 años, de la madurez corporal, para la verdadera eclosión de la mediúmnidad. Basta mantenerlo en conexión con las actividades espíritas, sin forzarlo. Si no revela ninguna tendencia mediúmnica, lo mejor es darle sólo acceso a las actividades sociales o asistenciales. Las sesiones de educación mediúmnica (impropiamente llamadas de desarrollo) se destinan sólo a médiums ya caracterizados por manifestaciones espontáneas, por lo tanto ya desarrollados.

Hay aún un cuarto ciclo, correspondiente a la mediúmnidad que sólo aparece después de la madurez, en la vejez o en su aproximación. Se trata de manifestaciones que se hacen posibles debido a la condiciones de la edad: debilitamiento físico, permitiendo una más fácil expansión de las energías perispiríticas; mayor introversión de la mente, con la disminución de las actividades de la vida práctica, estado de apatía neuropsíquica, provocado por los cambios orgánicos del envejecimiento. Esos factores permiten mayor desprendimiento del espíritu y su relacionamiento con entidades desencarnadas. Ese tipo de mediúmnidad tardía tiene poca duración, constituyendo una especie de preparación mediúmnica para la muerte. Se restringe a fenómenos de videncia, comunicación oral, intuición, percepción extra-sensorial y psicografia. Aunque sea una preparación, la muerte puede tardar varios años, durante los cuales el espíritu se adapta a los problemas espirituales con los que no se preocupó en el correr de la vida. Esos hechos comprueban el concepto de mediúmnidad como simple modalidad de relacionamiento hombre-espíritu. Kardec recuerda que el hecho del espíritu estar encarnado no lo priva de relacionarse con los espíritus libres, de la misma manera que un ciudadano encarcelado puede conversar con un ciudadano libre a través de las rejas. No se trata de las conocidas visiones de moribundos en el lecho mortuorio, sino el típico desarrollo tardío de la mediúmnidad que, por la completa integración del individuo en la vida carnal, imantado a los problemas del día a día, no consiguió aflorar. Su manifestación tardía acuerda el adagio de que los extremos se tocan. La vejez nos devuelve a la proximidad del mundo espiritual, en posición semejante a la de los niños.

En verdad, la potencialidad mediúmnica nunca permanece letárgica. Por el contrario, ella se actualiza con más frecuencia de lo que suponemos, pasa de potencia a acto en diversos momentos de la vida, a través de presentimientos, previsiones de acontecimientos simples, como el encuentro de un amigo hace mucho tiempo ausente, percepciones extra-sensoriales que atribuimos a la imaginación o al recuerdo y así por el estilo. Vivimos mediúmnicamente, entre dos mundos y en relación permanente con entidades espirituales. Durante el sueño, como Kardec probó a través de investigaciones a lo largo de más de diez años, nos desprendemos del cuerpo que reposa y pasamos al plano espiritual. En los momentos de ausencia psíquica de distracción, de ensoñación, nos distanciamos del cuerpo rápidamente y a él retornamos como el pájaro que vuela de vuelta al nido. La Psicología busca explicar esos lapsos fisiológicamente, pero las reacciones orgánicas a que atribuye el hecho no son causa y sí efecto de un acto mediúmnico de alejamiento del espíritu. Los estudios de Hipnotismo comprueban eso, mostrando que la hipnosis interfiere constantemente en nuestra vigilia, haciéndonos dormir de pie y soñar despiertos, como generalmente se dice. La búsqueda científica de una esencia orgánica de la mediúmnidad nunca dio ni dará resultados. Porque la mediúmnidad tiene su esencia en la libertad del espíritu.

Llegado a este punto podemos colocar el problema en términos más precisos: la mediúmnidad es la manifestación del espíritu a través del cuerpo. En el acto mediúmnico se manifiesta tanto el espíritu del médium como el espíritu al cual él atiende y sirve. Los problemas mediúmnicos consisten, por lo tanto, simplemente en disciplinar las relaciones espíritu-cuerpo. Es lo que llamamos educación mediúmnica. En la medida en que el médium aprende, como espíritu, a controlar su libertad y a seleccionar sus relaciones espirituales, su mediúmnidad se perfecciona y se hace segura. Así el bueno médium es aquel que mantiene su equilibrio psicofísico y procede en la vida de tal manera que crea para sí mismo un ambiente espiritual de moralidad, amor y respeto por el prójimo. La mayor dificultad del médium está en hacer comprender que, para eso, no necesita hacerse santo, sino sólo un hombre de bien. Los objetivos de santidad perseguidos por las religiones, a través de los milenios, generó en el mundo una expectativa incomoda para todos los que se dedican a los problemas espirituales. Nadie se hace santo a través de la sofocación de los poderes vitales del hombre y la adopción de un comportamiento social de apariencia piadosa. El resultado de eso es el fingimiento, la hipocresía que Jesús condenó incesantemente en los fariseos, una actitud permanente de condescendencia y bondad que no corresponde a las condiciones íntimas de la criatura. El médium debe ser espontáneo, natural, una criatura humana normal, que no tiene motivos para juzgarse superior a los demás. Todo fingimiento y todo artificio en las relaciones sociales llevan a los individuos a la falsedad y a la farsa. La llamada reforma-íntima esquematizada y forzada no modifica a nadie, sólo artificializa engañosamente a los que la siguen. Los cambios interiores de la criatura transcurren de sus experiencias en la existencia, experiencias vitales y conciénciales que producen cambios profundos en la visión íntima del mundo y de la vida.

Esa colocación de los problemas mediúmnicos sugiere un concepto de la mediúmnidad que nos lleva a las propias raíces del Espiritismo. La Mediúmnidad nos aparece como el fundamento de toda la realidad. El momento del fiat lux, de la Creación del Cosmos, es un acto mediúmnico. Cuando el espíritu estructura la materia para manifestarse en la Creación, construye el elemento intermediario entre él y la realidad sensible o material. La materia se hace el médium del espíritu. Así, la vida es una permanente manifestación mediúmnica del espíritu que, por ella, se proyecta y se manifiesta en el plano sensible o material. El inteligible, que es el espíritu, el principio inteligente del Universo, da su mensaje inteligente a través de las infinitas formas de la Naturaleza, desde los reinos mineral, vegetal y animal, hasta el reino hominal, donde la mediúmnidad se define en plenitud. La responsabilidad del Hombre, de la Criatura Humana, expresión más elevada del Médium, adquiere dimensiones cósmicas. Él es el producto multimilenar de la evolución universal y carga en su mediúmnidad individual el pesado deber de contribuir para que la Humanidad realice su destino cósmico. La comprensión de este problema es indispensable para que los médiums aprendan a velar por sus facultades.

Tomado del libro: “Mediúmnidad
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta - Colombia

UNA CURACIÓN ESPIRITISTA

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