
Dedicamos este Blog, como un sincero homenaje a José Herculano Pires, quien no escatimó esfuerzos en la divulgación hablada y escrita de la Doctrina Codificada por Allan Kardec, tarea esa a la cual dedicó la mayor parte de su vida.
martes, 17 de mayo de 2011
Dialogando con los Muertos

sábado, 14 de mayo de 2011
Manifestaciones Espirituales de los Niños

CONCEPTO DE MEDIÚMNIDAD
![]()  | 
| J. Herculano Pires | 
Médium quiere decir medianero,
intermediario. La mediúmnidad es la facultad humana, natural, por la cual se
establecen las relaciones entre hombres y espíritus. No es un poder oculto que
se pueda desarrollar a través de prácticas rituales o por el poder misterioso
de un iniciado o de un gurú. La Mediúmnidad pertenece al campo de la
comunicación. Se desarrolla naturalmente en las personas de mayor sensibilidad
por la captación mental y sensorial de cosas y hechos del mundo espiritual que
nos cerca y nos afecta con sus vibraciones psíquicas y afectivas. De la misma
manera que la inteligencia y las demás facultades humanas, la Mediúmnidad se
desarrolla en el proceso de relación. Generalmente su desarrollo es cíclico, o
sea, se procesa por etapas sucesivas, en forma de espiral.
Los niños la poseen, por así decir,
a flor de piel, pero resguardada por la influencia benéfica y controladora de
los espíritus protectores, que las religiones llaman ángeles de la guarda. En
esa fase infantil las manifestaciones mediúmnicas son más de carácter anímico;
el niño proyecta su alma en las cosas y en los seres que lo rodean, reciben las
intuiciones orientadoras de sus protectores, a veces ven y anuncian la
presencia de espíritus y no raras veces transmiten avisos y recados de los
espíritus a los familiares, de manera positiva y directa o de manera simbólica
e indirecta. Cuando pasan de los siete u ocho años se integran mejor en el
condicionamiento de la vida terrena, desconectándose progresivamente de las
relaciones espirituales y dando más importancia a las relaciones humanas. El
espíritu se ajusta en su escafandra para enfrentar los problemas del mundo. Se
cierra el primer ciclo mediúmnico, para a continuación abrirse el segundo. Se
considera entonces que el niño no tiene mediúmnidad, la fase anterior es
llevada a cuenta de la imaginación y la fabulación infantil.
Es generalmente en la adolescencia,
a partir de los doce o trece años, que se inicia el segundo ciclo. En el primer
ciclo sólo se debe intervenir en el proceso mediúmnico con plegarias y pases,
para ablandar las excitaciones naturales del niño, casi siempre cargadas de
reminiscencias extrañas del pasado carnal o espiritual. En la adolescencia su
cuerpo ya maduró lo suficiente para que las manifestaciones mediúmnicas se
hagan más intensas y positivas. Es tiempo de encaminarla con informaciones más
precisas sobre el problema mediúmnico. No se debe intentar su desarrollo en
sesiones, a menos que se trate de un caso obsesivo. Pero aún en ese caso es
necesario tener cuidado para orientar al adolescente sin excitar su
imaginación, acostumbrándolo al proceso natural regido por las leyes del
crecimiento. El pase, la oración y las reuniones para estudio doctrinario son
los medios de ayudar al proceso sin forzarlo, dándole la orientación necesaria.
Ciertos adolescentes se integran rápida y naturalmente en la nueva situación y
se preparan en serio para la actividad mediúmnica. Otros rechazan la
mediúmnidad y buscan volverse sólo hacia los sueños juveniles. Es la hora de
las actividades lúdicas, de los juegos y deportes, del estudio y la adquisición
de conocimientos generales, de la integración más completa a la realidad
terrena. No se les debe forzar, sólo estimularlos en lo referente a las
enseñanzas espíritas. Su mente se abre hacia el contacto más profundo y
constante con la vida del mundo. Pero él ya trae en la conciencia las
directrices propias de su vida, que se manifestarán más o menos nítidas en sus
tendencias y en sus anhelos. Forzarlo a continuar un rumbo que rechaza es
cometer una violencia de graves consecuencias futuras. Los ejemplos de los
familiares influyen más en sus opciones que las enseñanzas y las exhortaciones
orales. Él toma cuenta de sí mismo y reafirma su personalidad. Es preciso
respetarlo y ayudarlo con amor y comprensión. En el caso de las manifestaciones
espontáneas de la mediúmnidad es conveniente reducirlas al círculo privado de
la familia o de un grupo de amigos en las instituciones juveniles, hasta que su
mediúmnidad se defina, imponiéndose por sí misma.
El tercer ciclo ocurre generalmente
en el pasaje de la adolescencia hacia la juventud, entre los dieciocho y
veinticinco años. Es el tiempo, en esa fase, de los estudios serios del
Espiritismo y de la Mediúmnidad, así como de la práctica mediúmnica libre, en
los centros y grupos espíritas. Si la mediúmnidad no se definió debidamente, no
debemos preocuparnos. Hay procesos que tardan hasta cerca de los 30 años, de la
madurez corporal, para la verdadera eclosión de la mediúmnidad. Basta
mantenerlo en conexión con las actividades espíritas, sin forzarlo. Si no
revela ninguna tendencia mediúmnica, lo mejor es darle sólo acceso a las
actividades sociales o asistenciales. Las sesiones de educación mediúmnica
(impropiamente llamadas de desarrollo) se destinan sólo a médiums ya
caracterizados por manifestaciones espontáneas, por lo tanto, ya desarrollados.
Hay aún un cuarto ciclo,
correspondiente a la mediúmnidad que sólo aparece después de la madurez, en la
vejez o en su aproximación. Se trata de manifestaciones que se hacen posibles
debido a la condición de la edad: debilitamiento físico, permitiendo una más
fácil expansión de las energías perispiríticas; mayor introversión de la mente,
con la disminución de las actividades de la vida práctica, estado de apatía
neuropsíquica, provocado por los cambios orgánicos del envejecimiento. Esos
factores permiten mayor desprendimiento del espíritu y su relacionamiento con
entidades desencarnadas. Ese tipo de mediúmnidad tardía tiene poca duración,
constituyendo una especie de preparación mediúmnica para la muerte. Se
restringe a fenómenos de videncia, comunicación oral, intuición, percepción
extra-sensorial y psicografia. Aunque sea una preparación, la muerte puede
tardar varios años, durante los cuales el espíritu se adapta a los problemas
espirituales con los que no se preocupó en el correr de la vida. Esos hechos
comprueban el concepto de mediúmnidad como simple modalidad de relacionamiento
hombre-espíritu. Kardec recuerda que el hecho del espíritu estar encarnado no
lo priva de relacionarse con los espíritus libres, de la misma manera que un
ciudadano encarcelado puede conversar con un ciudadano libre a través de las
rejas. No se trata de las conocidas visiones de moribundos en el lecho
mortuorio, sino el típico desarrollo tardío de la mediúmnidad que, por la completa
integración del individuo en la vida carnal, imantado a los problemas del día a
día, no consiguió aflorar. Su manifestación tardía acuerda el adagio de que los
extremos se tocan. La vejez nos devuelve a la proximidad del mundo espiritual,
en posición semejante a la de los niños.
En verdad, la potencialidad
mediúmnica nunca permanece letárgica. Por el contrario, ella se actualiza con
más frecuencia de lo que suponemos, pasa de potencia a acto en diversos
momentos de la vida, a través de presentimientos, previsiones de acontecimientos
simples, como el encuentro de un amigo hace mucho tiempo ausente, percepciones
extra-sensoriales que atribuimos a la imaginación o al recuerdo y así por el
estilo. Vivimos mediúmnicamente, entre dos mundos y en relación permanente con
entidades espirituales. Durante el sueño, como Kardec probó a través de
investigaciones a lo largo de más de diez años, nos desprendemos del cuerpo que
reposa y pasamos al plano espiritual. En los momentos de ausencia psíquica de
distracción, de ensoñación, nos distanciamos del cuerpo rápidamente y a él
retornamos como el pájaro que vuela de vuelta al nido. La Psicología busca
explicar esos lapsos fisiológicamente, pero las reacciones orgánicas a que
atribuye el hecho no son causa y sí efecto de un acto mediúmnico de alejamiento
del espíritu. Los estudios de Hipnotismo comprueban eso, mostrando que la
hipnosis interfiere constantemente en nuestra vigilia, haciéndonos dormir de
pie y soñar despiertos, como generalmente se dice. La búsqueda científica de
una esencia orgánica de la mediúmnidad nunca dio ni dará resultados. Porque la
mediúmnidad tiene su esencia en la libertad del espíritu.
Llegado a este punto podemos
colocar el problema en términos más precisos: la mediúmnidad es la
manifestación del espíritu a través del cuerpo. En el acto mediúmnico se
manifiesta tanto el espíritu del médium como el espíritu al cual él atiende y
sirve. Los problemas mediúmnicos consisten, por lo tanto, simplemente en
disciplinar las relaciones espíritu-cuerpo. Es lo que llamamos educación
mediúmnica. En la medida en que el médium aprende, como espíritu, a controlar
su libertad y a seleccionar sus relaciones espirituales, su mediúmnidad se
perfecciona y se hace segura. Así el bueno médium es aquel que mantiene su
equilibrio psicofísico y procede en la vida de tal manera que crea para sí
mismo un ambiente espiritual de moralidad, amor y respeto por el prójimo. La
mayor dificultad del médium está en hacer comprender que, para eso, no necesita
hacerse santo, sino sólo un hombre de bien. Los objetivos de santidad
perseguidos por las religiones, a través de los milenios, generó en el mundo
una expectativa incómoda para todos los que se dedican a los problemas
espirituales. Nadie se hace santo a través de la sofocación de los poderes
vitales del hombre y la adopción de un comportamiento social de apariencia
piadosa. El resultado de eso es el fingimiento, la hipocresía que Jesús condenó
incesantemente en los fariseos, una actitud permanente de condescendencia y
bondad que no corresponde a las condiciones íntimas de la criatura. El médium
debe ser espontáneo, natural, una criatura humana normal, que no tiene motivos
para juzgarse superior a los demás. Todo fingimiento y todo artificio en las
relaciones sociales llevan a los individuos a la falsedad y a la farsa. La
llamada reforma-íntima esquematizada y forzada no modifica a nadie, sólo
artificializa engañosamente a los que la siguen. Los cambios interiores de la
criatura transcurren de sus experiencias en la existencia, experiencias vitales
y conciénciales que producen cambios profundos en la visión íntima del mundo y
de la vida.
Esa colocación de los problemas
mediúmnicos sugiere un concepto de la mediúmnidad que nos lleva a las propias
raíces del Espiritismo. La Mediúmnidad nos aparece como el fundamento de toda
la realidad. El momento del fiat lux, de la Creación del Cosmos, es un acto
mediúmnico. Cuando el espíritu estructura la materia para manifestarse en la
Creación, construye el elemento intermediario entre él y la realidad sensible o
material. La materia se hace el médium del espíritu. Así, la vida es una
permanente manifestación mediúmnica del espíritu que, por ella, se proyecta y
se manifiesta en el plano sensible o material. El inteligible, que es el
espíritu, el principio inteligente del Universo, da su mensaje inteligente a
través de las infinitas formas de la Naturaleza, desde los reinos mineral,
vegetal y animal, hasta el reino hominal, donde la mediúmnidad se define en
plenitud. La responsabilidad del Hombre, de la Criatura Humana, expresión más
elevada del Médium, adquiere dimensiones cósmicas. Él es el producto multimilenar
de la evolución universal y carga en su mediúmnidad individual el pesado deber
de contribuir para que la Humanidad realice su destino cósmico. La comprensión
de este problema es indispensable para que los médiums aprendan a velar por sus
facultades.
UNA CURACIÓN ESPIRITISTA
Artículo tomado de la Revista de Estudios Psicológicos - Enero de 1894 Nuestra querida hermana, la distinguida publicista D. a Eugenia ...
- 
“Una frase de Pablo a los Gálatas define la evolución religiosa del hombre - De las religiones primitivas a la “ley” de los judíos y al c...
 - 
Artículo tomado de la Revista de Estudios Psicológicos - Enero de 1894 Nuestra querida hermana, la distinguida publicista D. a Eugenia ...
 - 
La percepción espiritual que el hombre tiene de sí mismo, innata y natural, se desarrolló en las civilizaciones de la Antigüedad, a partir d...
 
