miércoles, 26 de agosto de 2020

LA LEY SE HIZO NUESTRO PEDAGOGO PARA CONDUCIRNOS HASTA CRISTO



“Una frase de Pablo a los Gálatas define la evolución religiosa del hombre - De las religiones primitivas a la “ley” de los judíos y al cristianismo.

El estudio de las religiones sólo puede ser realizado de manera fecunda a la luz de los principios espíritas. Si encaráramos el fenómeno religioso desde el punto de vista de cualquiera de las religiones hoy dominantes en el mundo, seremos forzados a una actitud parcial, que no nos dejará llegar a una conclusión objetiva. Si lo encaráramos desde el punto de vista de cualquiera de las escuelas filosóficas en boga, o de las antiguas, o si lo tratamos a la luz de la sociología y de la etnología, o aún de la antropología cultural, llegaremos a conclusiones destituidas de sentido espiritual. La religión será vista sólo en su aspecto formal, objetivo.

Las escuelas ocultistas, esotéricas y teosóficas, penetran más hondo en el asunto. No obstante, presentan concepciones no siempre admisibles a la luz de la razón. Los estudios de religiones comparadas son prácticamente formales, y las filosofías espiritualistas, aún la de Bergson, que lanza mayor cantidad de luz sobre el asunto, paran en el momento exacto en que más debían avanzar. El Espiritismo, combinando la razón y la intuición, la observación objetiva y la subjetiva, los métodos de investigación y observación de la ciencia y los métodos propios de la indagación espírita, comprende en su concepción todo el panorama del fenómeno religioso.

Precisamente en virtud de esa capacidad de amplitud de la visión espírita, muchos estudiosos de la doctrina rechazan el admitirla como una manifestación cristiana. Habituados a encarar el cristianismo como una simple forma de religión, piensan que el calificativo de cristiano establece límites a la interpretación espírita del fenómeno religioso. No obstante, los que han profundizado el asunto son unánimes, a partir de Kardec y Denis, en reconocer que la condición cristiana es indispensable al Espiritismo, para que él realmente sea la doctrina amplia que es. El cristianismo, analizado “en espíritu y verdad”, no es una forma estrecha de creencia, sino una forma amplia de comprensión.

En su apreciación del fenómeno religioso, el Espiritismo comienza, desde Kardec, por admitir que el desarrollo religioso del hombre alcanzó, con el cristianismo, uno de sus momentos decisivos. Cristo no fue sólo un marco entre dos mundos, sino también y sobretodo la expresión más alta de la evolución espiritual del hombre y el orientador de su desarrollo futuro. Poco importa que, en el proceso histórico, el cristianismo haya sido sometido a imposiciones temporales, y aparentemente perdido su fuerza transformadora. La propia historia nos muestra que él nunca pudo ser completamente sometido, y que, en el momento previsto por el propio Cristo, consiguió romper todas las amarras de la tradición y mostrarse nuevamente en su verdadera naturaleza. A semejanza del propio Cristo, el cristianismo resucitó, tras haber descendido al sepulcro y a las regiones inferiores.

El Espiritismo nos muestra la evolución religiosa del hombre como un lento proceso, que viene del animismo y fetichismo primitivo hasta las formas complejas de religiones de la antigüedad, con su multiplicidad de dioses y de fórmulas, sus jerarquías sacerdotales y sus sistemas aparatosos de cultos.

Después, en un estado más adelantado, aparece la religión monoteísta de los judíos, aunque aún apegada las fórmulas paganas, inclusive en el tocante a los rituales sangrientos del sacrificio. Por fin, surge el cristianismo, con su espíritu de libertad, que el apóstol Pablo exalta en sus epístolas. El cristianismo es la espiritualización de la religión. La libera del culto formalista, de la exterioridad, de la organización social. La libera de la “ley”, como enseña Pablo, advirtiendo a los Gálatas (23:24) que la única función de la ley fue la del pedagogo, para conducirnos a la libertad en Cristo.

Como vemos, el cristianismo surge en el curso de la evolución religiosa como un momento de emancipación espiritual del hombre. Después, se sumerge también en el océano de fórmulas sacramentales y sistemas dogmáticos a que la mente humana se hubo habituado a través de los tiempos. Pero, en medio de todas las exterioridades, conserva su fuerza interior, hasta el momento anunciado por Cristo, según el Evangelio de Juan, en que tendría que ser restablecido. El Espiritismo aparece, entonces, como el verdadero Renacimiento Cristiano, en la expresión feliz de Emmanuel. Su misión es completar la obra de Cristo, liberando la religión de los compromisos exteriores e instaurando en la Tierra aquel reinado del espíritu que Jesús habló a la mujer samaritana.

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