Todo el campo de la Psicoterapia actual está lleno de obstáculos que impiden el avance de los investigadores en las tentativas necesarias de aclarar positivamente sus problemas. Jóvenes que entraron esperanzados, en carreras universitarias, en búsqueda de conocimientos positivos con que enfrentar los problemas psíquicos angustiantes de la actualidad, terminan en la frustración y en el desespero. Muchos de ellos terminan en un campo minado, adhiriéndose a corrientes de aventureros y explotadores.
Fracasan en sus casos aumentando la legión de desesperados,
recurriendo a recursos en desuso para mantenerse en un equilibrio aparente.
Descubren aterrados la inscripción dantesca en los portales del infierno: “Oh
vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”. Los
veteranos del profesionalismo frustrado se vinculan con algunas escuelas
teóricas e intentan subvertir la escala de valores de la Civilización de la
angustia regularizando trágicamente la anormalidad. Se rinden estratégicamente
en una batalla sin gloria, a la espera de futuros descubrimientos salvadores.
Entregan el cuello a la Esfinge de Edipo.
Esa situación dolorosa de las
ciencias del psiquismo, en medio del esplendoroso avance de las ciencias en
otros campos, reafirma la falsa idea generada en el criticismo kantiano, de una
dualidad trágica e irremediable del hombre condenado: la de la existencia de un
mundo inaccesible a las ciencias.
Las Teorías postergadoras siguen el
camino inevitable de los procesos naturales a los que todos estamos sujetos:
crecen, se desarrollan, envejecen y mueren. Pero dejan, en la vida de los
organismos conceptuales, las generaciones espurias de las descendencias de una
asombrosa filogénesis sistemática. De esa manera, la rueda de las frustraciones
continúa girando, como los molinos de viento de Don Quijote en las desoladas
planicies de la Mancha. Los molinos fantasmas, que nada mueven, por lo menos
siguen desafiando la terquedad delirante de los quijotes. Mientras tanto, las
teorías que estorban el camino de las Ciencias, como observó Richet, continúan
torturando a las legiones de infelices sometidos a choques eléctricos y
químicos en clínicas y hospitales sin fin.
Incluso, actuales resultados de la
ciencia universitaria como la parapsicología, en acentuado desarrollo en los
mayores centros universitarios del mundo, consiguieron sacudir el comodismo de
quienes se apoyan en las teorías postergadoras. Se pospone la angustia, la
desesperación, la tortura de millones de criaturas en defensa de métodos,
principios y esquemas ya rotos en el mismo campo de la física, por miedo a las
palabras y a los prejuicios del mundo científico, generados en fases de
transición hace tiempo superadas. La era fantasiosa de los vampiros ya pasó
hace mucho tiempo, pero la del vampirismo, nacida a fines del siglo pasado con
los descubrimientos científicos de Crookes, Richet, Schrenk-Notzing, Kardec,
Zöllner y tantos otros – todos hombres de ciencia, profesores-catedráticos de
grandes universidades, apenas se esboza en nuestros días. Pero la liviandad
humana, aún de hombres serios dedicados al trabajo científico, sostienen las
prevenciones del pasado, sin coraje para avanzar en el campo minado de las
supersticiones, como si la función primaria de las Ciencias no fuera
principalmente la de acabar con ellas.
El vampirismo actual no se nutre de
leyendas aterradoras, sino de realidades positivas en el campo del psiquismo,
que exigen esclarecimiento. Las ciencias de lo paranormal nacieron de
la investigación científica de los fenómenos psicofísicos. Donde
hay fenómenos tangibles susceptibles de repetirse y por lo tanto de
investigación bajo control estadístico, la Ciencia tiene la obligación de
penetrar con sus instrumentos de comprobación. Los hombres con formación
científica, especialmente los dedicados a las profesiones terapéuticas, no
pueden eludir este deber sin caer en la violación de la ética profesional y la
traición a los principios humanísticos. Esa doble prevaricación hoy pone la
marca de Caín en la frente de todos los que viven en teorías perjudiciales. Una
multitud de víctimas, que se cuentan por generaciones enteras, claman contra
esta perfidia en el presente y hacen resonar su clamor desesperado hacia el
futuro distante. Hoy los psicoterapeutas, casi por unanimidad, pasaran a la
Historia como explotadores y torturadores de sacrificadas generaciones.
No hacemos una acusación,
registramos un hecho.
La prueba científica de la
existencia de la telepatía, de la clarividencia, la precognición y de la
sobrevivencia de la mente después de la muerte corporal (Rhine, Carington,
Soal, Price, en las Universidades de Duke, Cambridge, Oxford, Londres, Berlim, Kirov
y otras) no deja dudas en cuanto a la realidad de la acción de entidades
psicofísicas sobre las criaturas humanas. Rhine probó que la mente no es
física, sino de constitución extrafísica. Carington reforzó esa prueba y
formuló la teoría de las entidades psicónicas, formadas de psicones (átomos
mentales). Soal designó con la sigla SHI a la personalidad humana
sobreviviente. Vasiliev, en Rusia, se entregó a experiencias para demostrar que
el pensamiento y la mente son materiales, pero terminó confesando su derrota.
Louise Rhine se dedicó a investigaciones de campo (fuera de los métodos de
laboratorio) y comprobó lo que su marido probara en el laboratorio. John
Herenwald investigó y publicó sus trabajos sobre las influencias telepáticas en
las relaciones interpersonales. El camino fue depurado por esos y otros
científicos de la actualidad, quienes quitaron las estacas obstructoras, pero
los negadores continuaran negando, al margen de las exigencias científicas.
Remy Chauvin del Instituto de
Estudios Avanzados de París, llamó a los obstinados “alérgicos al futuro”, pero
los psicoterapeutas no se apartarán de sus teorías y métodos de tortura.
Sin embargo, el boom
psíquico, la explosión psíquica en el mundo continuó su desarrollo. Y gracias
al enajenamiento de los psicoterapeutas de formación universitaria, que se
alimentaron en sus cursos con la leche de las Ciencias, surgieron por todas
partes los charlatanes y explotadores de la credulidad pública y del desespero
del siglo, con sus clínicas pseudo-parapsicológicas, arruinando la economía de
los ingenuos.
Este sombrío panorama exige de
todos nosotros, que no participamos de ese comercio deshonesto y humillante, el
esclarecimiento del problema, con base en nuestros estudios e investigaciones
desinteresadas de largos años, en la comprobación constante de la verdad a
través de los hechos.
Los fenómenos paranormales revelan
la naturaleza extrafísica del hombre, lo que vale decir su esencia espiritual.
Los investigadores de la Universidad de Kirov se deslumbraron con la visión de
lo que llamaron cuerpo bioplásmico del hombre, luminoso y brillante.
Constituido por un plasma físico, su materia es resplandeciente. Verificaron,
en la observación de fotografías paranormales con la cámara kirlian, que el
cuerpo del moribundo solo se cadaverizaba cuando todos los elementos del cuerpo
bioplasmático se retiraban. En las personas vivas constataron que ese cuerpo de
plasma dirige todas las funciones del cuerpo carnal y actúa en las
manifestaciones paranormales a través de las proyecciones de pseudópodos que
pueden mover objetos a distancia. Verificaron, además, la posibilidad de
prevención de enfermedades en el cuerpo físico. Todo esto demuestra que el
llamado cuerpo bioplásmico del hombre no es más que el cuerpo espiritual de la
tradición cristiana, al cual el Apóstol Pablo llamó, en la Primera Epístola a
los Corintios, cuerpo de resurrección. Esas descripciones coinciden con lo que
Kardec llamó periespíritu, envoltorio del espíritu que liga el cuerpo físico al
espíritu o alma. La teoría kardeciana del hombre trino: Espíritu, periespíritu
y cuerpo carnal, fue confirmada por los científicos materialistas de Kirov, que
no la conocían y no tenían ningún interés por una conclusión favorable a la
sobrevivencia del hombre que, según el Marxismo, debe desaparecer en la tumba
para siempre.
Percibiendo el riesgo a que se exponían, los científicos se apegaban a lo que les restaba de materia: el plasma físico. Pero en el mismo plasma, considerado el cuarto estado de la materia y formado por partículas atómicas, encontraron partículas de naturaleza indefinida. Con la teoría espírita, que considera al periespíritu como un cuerpo semimaterial compuesto de energías físicas y extra-físicas, Kardec se anticipó por más de un siglo al sensacional descubrimiento de los científicos de Kirov. De todo esto, destacamos la necesaria concepción del hombre como espíritu. El descubrimiento de la antimateria y de la interpenetración de los mundos físicos y no físicos, también explicó la convivencia entre los hombres y espíritus en el mismo espacio, pero en diferentes dimensiones de la realidad.
