Desde Kardec, la teoría de los
fluidos ha provocado divergencias entre los científicos y los espíritus. Se
llegó a crear una prevención contra la palabra fluido y algunos espíritas
ligados a actividades científicas pusieron a consideración la teoría espírita
al respecto, proponiendo modificaciones en la terminología doctrinaria. El
rápido avance de las ciencias en este siglo mostró que la razón estaba con
Kardec. El propio fluido magnético, que el descubrimiento de la sugestión
hipnótica parecía haber anulado por completo, retornó al campo de las
hipótesis. En la revolución conceptual provocada por Einstein, sin embargo, la
teoría del fluido universal no fue apartada del campo científico, sino colocada
por él entre paréntesis, como problema pendiente para soluciones posteriores.
Hoy la situación es enteramente favorable al Espiritismo. La Física Nuclear nos
presenta una imagen fluídica del Universo, verdadero dominio de los fluidos.
Ellos se presentan como formas de energía en los campos de fuerza que estructuran
el aparente vacío de los espacios siderales, como elementos sustentadores de la
vida en los procesos fisiológicos, corno flujos de partículas infinitesimales,
dotadas de asombroso poder e incluso como elementos constitutivos del tiempo y
del pensamiento.
La fase reciente de la
Efluviografía, con el descubrimiento de la cámara Kirlian de fotografías sobre
campos imantados con energía eléctrica en alta frecuencia, y las recientes
experiencias soviéticas con esas cámaras adaptadas a microscopios electrónicos
de alta potencia, liquidarán esa vieja pendencia. Se abrió nuevamente en el
campo científico el área de la fluídica. Ya podemos pensar en términos de
fluidos sin cometer ninguna herejía científica. Pero sería temerario querer
definir la mediúmnidad como una especie de energía fluídica, pues su naturaleza
se evidenció, desde el tiempo de Kardec, como un simple proceso de
intermediación, o sea, de relación. La mediúmnidad en sí no es un tipo
específico de energía, pero se procesa, como todo cuánto existe, a través de
energías espirituales y materiales en conjugación. El acto mediúmnico tiene su
dinámica operacional bien conocida, que fue explicada por los espíritus a
Kardec, a contrapié de las hipótesis por este formuladas.
El espíritu tiene en sí mismo una
forma de energía pura y sutil que no podemos captar y analizar de través de
aparatos materiales. En la teoría espírita es el principio inteligente, dotado
de potencialidades insospechadas. En nuestro estado evolutivo sólo conocemos el
espíritu por sus manifestaciones a través de las energías por él usadas, pero
esas energías no son el espíritu y si las fuerzas de que él se sirve. La
esencia del ser es una realidad que se escapa a todas las posibilidades
cognitivas de las ciencias. Sólo la filosofía consigue abordarla a través de
los métodos del pensamiento, pero así mismo sin poderla definir como desea. En
el Espiritismo nos apoyamos en la expresión principio inteligente para definir
esa esencia y su naturaleza, porque la inteligencia, como poder capaz de
penetrar en la esencia de las cosas y darnos el conocimiento, es su aspecto más
evidente para nosotros. En verdad, sólo nos conocemos por los efectos del que
somos, no por lo que somos.
Las energías de la mediúmnidad y su
modo de actuar fueron definidas por Kardec, a través de sus investigaciones y
con la ayuda de entidades espirituales superiores. Esa definición atrevida,
largamente combatida, criticada y ridiculizada por sabios y no sabios, está hoy
plenamente confirmadas por las investigaciones científicas de la
Parapsicología, de la Física Nuclear, de la Metapsíquica en el plano
fisiológico y así por delante. El Espiritismo se afirma hoy, como ciencia
avanzada que forjó el avance de las ciencias a mediados del siglo pasado y aún
tiene mucho que ofrecer en el futuro.
Las leyes que rigen los fenómenos
mediúmnicos fueron esclarecidas por las investigaciones de Kardec, a pesar de
las dudas y criticas irónicas de más de un siglo sobre esa innegable conquista
científica, que están actualmente confirmadas. Eso nos muestra la solidez de la
obra kardeciana.
La acción del espíritu sobre la
materia, que sufrió contestaciones sofísticas durante un siglo, a pesar de su
evidencia en nuestra propia estructura orgánica, fueron ahora confirmadas por
las investigaciones de dos científicos soviéticos en la Universidad de Kirov,
en Rusia, materialistas y desconocedores de la Doctrina Espírita. El impacto de
ese descubrimiento provocó reacciones violentas del poder soviético, que sintió
amenazada por ella la estructura ideológica del estado. Cesaron las noticias
sobre la gran hazaña científica, con una especie de excomunión de los
responsables, pero la divulgación hecha por los investigadores de la
Universidad de Prentice Hall (EUA) que estuvieron en la URSS y entrevistaron a
los investigadores soviéticos, son suficientes para mostrarnos la grandeza del
hecho.
El mayor y más constante rechazo de
los científicos a las conclusiones de las investigaciones espíritas sobre los
fenómenos mediúmnicos se verificó en el área de los efectos físicos. Aún hoy,
en el panorama parapsicológico, la propia existencia de esos fenómenos es
puesta en duda por científicos sistemáticos, que se apegan a las concepciones
materialistas o a las posiciones religiosas sectarias. Para tener una idea de
ese tipo de posición, basta recordar la opinión expresada por un conocido
físico paulista, profesor universitario, sobre el fenómeno de materialización.
Dice él que el fenómeno es teóricamente posible, ante los conocimientos
actuales de la Física, pero que, para realizarse sería necesaria una cantidad
de energía sólo posible de obtener en un periodo de doscientos años. Sin
embargo, como quedó demostrado en las experiencias científicas del Espiritismo,
él puede ser comprobado en cualquier momento, pues el fenómeno de
materialización se produce en pocos minutos. El engaño del físico fue esclarecido
por un investigador espírita que demostró su error de clasificación científica.
La materialización no es un fenómeno físico, exigiendo doscientos años de
funcionamiento de la Central Hidroeléctrica de Urubupungá, sino un fenómeno
fisiológico. La acción del espíritu sobre el médium provoca la emanación de
ectoplasma de su organismo. El ectoplasma, descubierto y nombrado por Richet,
Premio Nobel de Fisiología, no acumula materia en gran cantidad para formar un
cuerpo físico real, sino que reviste el periespíritu o cuerpo espiritual del
espíritu, dándole la apariencia de un cuerpo real. El físico opinaba, por
engaño, aunque de buena fe, sobre un fenómeno que no pertenece al campo de su
especialidad y que ya había sido confirmado por un gran especialista. Toda la
producción de fenómenos físicos en el campo de la mediúmnidad es hecha por
elaboración y aplicación de energías vitales y orgánicas del médium, con la
colaboración involuntaria de los participantes de la reunión en que se verifica
la experiencia.
Los científicos soviéticos,
fascinados por los resultados de sus investigaciones y ajenos a los problemas
ideológicos, constataron oficialmente, en la famosa Universidad de Kirov, que
el hombre posee un campo energético que responde por la vitalidad y las
funciones del cuerpo carnal. Verificaron que, en los casos de movimiento y
levitación de objetos sin contacto, ese cuerpo energético expande corrientes de
energía que impregnan los objetos a ser movidos a distancia por el médium. Son
esas energías, cargadas de materia orgánica, a la cual Richet llamó ectoplasma
y que el profesor Crawford, de la Universidad de Belfast, catedrático de
mecánica, consiguió observar en toda su compleja mecánica de expansión y
acción, descubriendo objetivamente el funcionamiento de palancas de ectoplasma
en la producción de los fenómenos. Como se ve, la mediúmnidad es un proceso de
relación-inductiva, en la que entran en juego energía psicofísicas y energías
espirituales. En la Parapsicología eso quedó demostrado a través de numerosas
investigaciones. El Profesor Rhine diferenció los dos tipos de energía al
clasificar el pensamiento como extra físico. Las energías mentales son de
naturaleza espiritual y provocan reacciones materiales en el cerebro. Las
energías espirituales, que Rhine llamó extra físicas, no están sujetas a las
leyes físicas. No sufren la acción de la gravedad, no se desgastan en su
proyección a cualquier distancia y no son interceptadas por ninguna especie de
barreras físicas. Experiencias en contravía, realizadas en la URSS por
Vassiliev, con el fin de demostrar que no pasaban de ser un nuevo tipo de
energías físicas, fracasaron por completo. De esa manera, la tesis espírita de la
existencia de energía espirituales típicas quedo también comprobada
científicamente. Continúa, y es natural, los debates teóricos al respecto, pero
lo que importa en la Ciencia no son las opiniones y si los hechos. Y los
hechos, como siempre, continúan fieles a la Doctrina Espírita. La mediúmnidad
dispone de esos dos tipos de energía, pero no es en sí misma, ninguna de ellas.
No hay una energía mediúmnica específica, sólo la acción controladora de la
mente sobre la materia. Esta acción es la misma que dio origen al mundo y a
toda la realidad, cuando el espíritu (en el caso del principio inteligente)
aglutinó las partículas de materia y les dio estructuras múltiples. La relación
espíritu-materia es una constante universal que se evidencia particularmente en
los fenómenos vitales: en el vegetal, en el animal y en el hombre. Pero el acto
mediúmnico es el punto de concentración en el que sus leyes se revelan con la
debida claridad a los investigadores. Es natural que los científicos ajenos a
los problemas espíritas encuentren dificultades en aceptar esa tesis. Además de
eso, como observó el profesor Remy Chauvein, del Instituto de Altos Estudios de
Paris, existe en el medio científico un caso alarmante de alergia al futuro.
Recientemente se proclamó en Rio de
Janeiro el descubrimiento de un nuevo tipo de fenómeno espírita, basado en el
principio de la inducción. Se trataba de la inducción de los estados
patológicos de espíritus inferiores a criaturas humanas. Ese fenómeno, tantas
veces tratado por Kardec, nada tiene de nuevo y se encuadra naturalmente en el
capítulo de las obsesiones. Todo el proceso mediúmnico es de naturaleza
inductiva. El espíritu y el médium funcionan como vasos comunicantes, en el
sistema de relación-inductiva de la mediúmnidad. La misma hipnosis es también
un proceso inductivo, lo que llevó a Kardec a acentuar la íntima relación entre
hipnosis y mediúmnidad. El obsesor consciente actúa hipnóticamente sobre el
obsesado. Estos problemas precisan ser estudiados con la debida atención por
todos los que se entregan a trabajos mediúmnicos, principalmente cuando asumen
responsabilidades de dirección. Muchos engaños y muchas desilusiones en la
práctica mediúmnica surgen exclusivamente de la falta de conocimiento de la
naturaleza y dinámica de la mediúmnidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario