Las formas
primitivas de mediúmnidad provienen de las selvas y de las regiones heladas o
áridas en que la vida humana permanece en condiciones rudimentarias. El hombre
es un ser mediúmnico y todo su desarrollo siguió las líneas de la evolución de
su potencialidad mediúmnica. La idea de la divinidad, de un poder superior que
creó al mundo es innata en el hombre, como lo demuestran las investigaciones
antropológicas. De esa idea básica en sintonía con un mundo en asombro,
misterioso y lleno de seres extraños, nació la magia. El sentimiento mágico del
mundo estableció las relaciones entre los hombres, las cosas y los otros seres.
La idea del poder de las cosas y de los seres brotó naturalmente de las
experiencias en la lucha por la sobrevivencia. La ley de adoración, estudiada
en El Libro de los Espíritus, llevó a la imaginación primitiva a los ritos del
culto solar y lunar, de las montañas coronadas de nubes, de los grandes ríos
misteriosos y así en adelante. La reverencia a los jefes poderosos desarrolló
los ritos de sumisión, que se extenderían a los pagés y xánas, sacerdotes
mágicos de las tribus y hordas, dotados de poderes mediúmnicos. Los procesos
mágicos se desarrollaron a través de las manifestaciones mediúmnicas. Se abría
el camino para el desarrollo de las religiones mitológicas y de las religiones
reveladas, apoyadas estas en la creencia de los hombres-dioses, conocedores de
los misterios de la vida y de la muerte. La evolución espiritual del hombre
abría la fase de las grandes religiones en las regiones en que la civilización
avanzaba. Los dones mediúmnicos
reafirmaban la creencia en los poderes divinos, a través de los fenómenos
producidos por individuos que los poseían.
La expresión
mediunismo, creada por Emmanuel, designa a las formas primitivas de la
mediúmnidad que fundamentan sus creencias en las religiones primitivas. Todas
las formas de religiones primitivas,
sin desarrollo cultural e intelectual, se caracterizan por prácticas mágicas
ligadas al mediunismo. Las religiones africanas, traídas al Brasil y otros
países americanos por el tráfico negrero y mezclado con las religiones
indígenas y primitivas de esos países, desarrollaron durante mucho tiempo en el
Continente diversas formas de mediunismo. El proceso natural de sincretismo religioso, ya
iniciado en la misma África con la mezcla de las religiones tribales con el
Islamismo y el Catolicismo, dieron a esas formas un impulso en dirección a la
institucionalización religiosa.
La diferencia entre Mediunismo y
Mediúmnidad está en el problema de concientización del problema mediúmnico. En las religiones
primitivas no había ni podía haber reflexión sobre los fenómenos, su sentido y
naturaleza. Todo se resumía a la aceptación de los hechos y en su utilización con
fines prácticos y objetivos. La Mediúmnidad es el Mediunismo desenvuelto,
racionalizado y sometido a la reflexión religiosa y filosófica y a las investigaciones científicas necesarias para
el esclarecimiento de los fenómenos, su naturaleza y sus leyes. Mientras el
Mediunismo absorbe la herencia mágica del pasado y se mezcla con las religiones,
creencias y supersticiones de toda especie, la Mediúmnidad rechaza infiltraciones
que puedan perjudicar su naturaleza racional y comprometer su desenvolvimiento
natural. Integrada en la estructura del Espiritismo, que la estudia e investiga
a través de sus instituciones culturales y científicas, ella se convierte cada
vez más en un área específica de la Teoría del Conocimiento, que tendrá forzosamente
que reconocer sus derechos en la cultura general del próximo siglo.
Es
curioso el hecho que todas las religiones y corrientes del pensamiento
espiritualista hayan rechazado y condenado la Mediúmnidad, que sólo el
Espiritismo reconoce en su pleno valor y en su importancia fundamental para la
vida humana en la Tierra y su desarrollo futuro en el mundo espiritual. Señalada
en las religiones como de naturaleza diabólica, en las doctrinas
espiritualistas refinadas como un campo inferior y peligroso de manifestaciones
sospechosas y peligrosas, acusada de responsable de la locura del mundo, fue
marginada por los medios culturales y es constantemente atacada por los dueños
de la verdad y de la sabiduría, como lo fueron Cristo y el Cristianismo. No
obstante, crece sin cesar el interés por la mediúmnidad en el mundo, pues el
mismo desarrollo científico acabó desembocando en el delta de la fenomenología
paranormal, obligado a enfrentar y reconocer la realidad de los factores mediúmnicos
en todos los campos del saber. Poco importan los preconceptos, las idiosincrasias,
las incomprensiones de los hombres, pues la realidad no pide licencia a nadie
para ser lo que es.
Al lado del resguardo y defensa de la
Mediúmnidad, los espíritas naturalmente se interesan por el estudio y la investigación
de los problemas del Mediunismo, que es, por así decirlo, el suelo agreste y
rico de cuyas excavaciones milenarias fueran extraídos los minerales preciosos
de la Mediúmnidad. En las diferentes formas del Sincretismo Religioso
Afro-Brasilero la mediúmnidad eclosiona muchas veces, como porciones de vegetales
promisorios rompiendo el suelo áspero de los terrenos. Al no encontrar ambiente
favorable en el medio sincrético, esas mediúnidades sorprendentes van a
instalarse al ambiente espírita y allí florecer y fructificar. No podemos
condenar el Mediunismo pues eso sería condenar la fuente que nos abastece de agua.
Hay ricos filones de fenómenos en el suelo fecundo del Mediunismo a la espera de
los investigadores espíritas.
Lo que condenamos y tenemos que
condenar es el abuso de las prácticas mediúmnicas en los terreiros[1], no sólo
por criaturas desprovistas de algún nivel de instrucción y cultura, sino también
por personas culturalmente maduras para comprender el error que cometen,
contribuyendo a la expansión, en plena civilización de la Era Cósmica, de las más
groseras supersticiones del remoto pasado humano. Ese abuso es tanto más grave cuando
es practicado conscientemente por personas que están interesadas en la solución
de problemas financieros, políticos y de orden moral y social. Esos objetivos y
los medios usados para conseguirlos eran perfectamente justificables en la
selva, donde la mentalidad primitiva, apegada solo a lo concreto, sin dimensiones
intelectuales, no podía alcanzar objetivos superiores. Pero el hombre civilizado
que se entrega a esas prácticas groseras, ligadas a entidades inferiores, obra
como un ser inconsciente o inmaduro, que no tiene noción de su responsabilidad
en relación al medio en que vive. Cada fracción de conocimiento adquirido
aumenta la responsabilidad moral del hombre en la sociedad. Esa responsabilidad
no es solo personal y familiar, sino también social. Quien busca prácticas salvajes
para conseguir beneficios en el medio civilizado, ligándose a estadios ya
superados en la evolución humana, se traiciona a sí mismo y al medio en que se
encuentra. Además de eso, se compromete
con fuerzas negativas del plano espiritual inferior, que cobran siempre muy
caro los servicios prestados, mal o bien, con resultados o no, a los incautos
clientes.
El Mediunismo se divide en varias ramas,
que corresponden a las naciones africanas de la cual proceden. Además, hay grados
evolutivos en sus prácticas mediúmnicas. En los terreiros de la Umbanda las prácticas
son más elevadas, volcadas hacia el bien. En la Quimbanda la sangre de los animales
y la quema de pólvora revelan la brutalidad de los ritos salvajes, que eran prácticas
de defensa para las tribus y en el medio civilizado se convirtieron en prácticas
maléficas, dirigidas contra desafectos y rivales. También existen los terreiros
de líneas cruzadas, generalmente llamados de Aruanda, donde se práctica tanto
el bien para los amigos como el mal para los enemigos. Las danzas rituales del
Candomblé africano encuentran su réplica nativa en las danzas indígenas de la
Poracé. En muchos terreiros de la Umbanda se infiltran también las prácticas
maléficas. Los poderes mediúmnicos son desarrollados bajo la magia de los rituales
salvajes. Acostumbran a decir, los frecuentadores del sincretismo, que las prácticas
del terreiro son más fuertes y poderosas que las de la mesa blanca, designación
puramente popular de las sesiones espíritas, originada de la superstición que
exige, particularmente en los medios rurales, el uso del mantel blanco en la
mesa de sesiones, porque el color blanco atrae a los espíritus puros. La superstición
de la fuerza, del poder proveniente de prácticas violentas, revela la inversión
de los valores espirituales, inversión proveniente de la selva, donde la fuerza
bruta es la ley. La Macumba con sus despachos[2], es una
práctica proveniente de la más remota antigüedad. La Macumba es un instrumento
de viento, generalmente de bambú, que se toca para llamar a los espíritus del campo,
y el despacho, al contrario de lo que generalmente se piensa, no es la ofrenda
de comidas y bebidas que se coloca en los cruces y en las esquinas de las
calles (adaptación urbana del rito salvaje), sino el envío de espíritus
inferiores para atacar a las personas aludidas. La ofrenda es el pago que
asegura la eficacia del ataque. Los espíritus agresivos, aunque no puedan comer
los manjares y tomar las bebidas, aspiran sus emanaciones, como lo hacían los dioses
mitológicos y como lo hacía el mismo Yahvé de la Biblia, el dios judaico, como
se lee en los relatos bíblicos. En la descripción del Diluvio, en el Génesis
bíblico, vemos que Noé hizo un altar en el Monte Ararat para dar gracias a Yahvé
por la salvación de su familia. En el altar fueron colocados alimentos de carne
humeantes y Yahvé compareció para aspirar las emanaciones de los alimentos. Es increíble
que las Iglesias Cristianas hasta hoy acepten que ese Yahvé glotón era el mismo
Dios Supremo y Único que Jesús pregonó contra el politeísmo de la época.
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